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Sin remordimientos
Pero, de algún modo, estas amables palabras no la afectaron en absoluto. Con frío desapego, las consideraba sólo obstáculos en su camino. Así que, sin pensárselo dos veces y sin el menor remordimiento, hizo trizas las cartas. Miranda sólo miraba hacia la siguiente instrucción que la conduciría a su herencia.