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Cogidos de la mano
Amy podía ver físicamente cómo los nervios de su nueva madre volvían a acumularse. Se mordía el labio y le volvía a temblar la pierna. Amy cogió la mano de su madre, pero ambas mujeres no se atrevían a decir ni una sola palabra. Fue entonces cuando la doctora empezó a explicar lo que había descubierto.